viernes, 27 de enero de 2012

Una anécdota para no recordar


Casi siempre critico a la promiscuidad... no porque no me agrade, y tampoco me molesta. Lo que sucede es que odio a la infidelidad y a todo lo que pueda hacer sufrir y poner en riesgo a la personas que están amando, sintiendose bien. Y la promiscuidad es un gran riesgo. Pero a lo largo de estos años, me he dado cuenta que en muchas ocasiones, esta promisucidad es parte de la naturaleza del ser humano. Hasta lo que va de mi experiencia, y por las personas que me he cruzado en mi camino, conluyo que todos tenemos, aunque sea en dosis mínima, cierta promiscuidad. Y a pesar de que yo siempre la critiqué, la vida me puso en situaciones en las que me brotó de adentro ese sentimiento de hacer ciertas cosas (no importa qué) con tal de saciar mi placer momentáneo.
En cierta ocasión fui a bailar con mis amigos a una fiesta que se llama Ambar la Fox que queda cerca de donde vivo. La fiesta gay de moda de aquel momento. Esa noche la pasé de lujo... porque no solamente estaba mi grupo de amigos de siempre, sino que además habia un grupo de chicas con las cuales siempre iba a bailar a ese lugar.
Esa noche me puse camisa... JAMÁS ME PONGO CAMISA!!! siempre uso remeras comodas y lindas, que me gusten. Pero esa noche tenía camisa y me sentía lindo. Tras varias horas de bialar y tomar tragos, cerveza y tequila, mi mundo empezaba a dar vueltas. Ya de por sí soy una persona que tiene mucha sensibilidad al alcohol... soy bastante flojito... con dos o tres vasos de cerveza, mi cuerpo y mi mente ya empiezan a relajarse. Y esa noche estaba totalmente borracho... estaba divirtiendome mucho.
En determninado momento, una de mis amigas me pide el celular para mandar un SMS. Yo se lo doy y le digo que me acompañe a la barra. Cuestión es que mientras yo compraba algunos tragos, ella estaba mandando el mensaje y de repente veo al lado mio un chico con remera roja. Por lo que me acuerdo, debería tener unos 28 años, o al menos eso es lo que aparentaba. Era de estatura media, tez trigueña y pelo negro. Y al verlo de perfil sentí que era hermoso y que queria estar con él. Soy una persona muy tímida, no suelo encarar chicos en los boliches (no solía, en realidad hace dos años y medio que tengo novio)... muchas veces perdí oportunidades de conocer chicos que me gustaban por el simple hecho de no saber cómo acercarme. Pero esa noche la combinación de hormonas en sangre, endorfinas por sentirme lindo y el alcohol ingerido, me hicieron avanzar sobre la situación.
Antes de acrecarme nuevamente le dije a mi amiga que me esperara que le iba a hablar a ese chico... ella lo miro y me dijo con una cara de asco "Es horrible". Pero no me importó. A mi me habia gustado, me atraia desde su pelo negro hasta su remera roja y todo lo que tenía; volví a mi posición inicial en la barra y haciendo de cuenta que estaba esperando para comprar, le dije: "que lindo que sos". Él me miró y me dijo: "no mientas... a mi nunca me vienen a hablar chicos tan lindos". Yo lo empecé a alagar y a decirle cosas para demostrarle mi interés. Y cuando no hubo más que decirle, le estampé un beso en la boca. Empezamos a besarnos. Ese chico parecía nunca haber besado, porque lo hacía con una terrible desesperación. A cada rato me apartaba del beso, me miraba y decia "no lo puedo creer". Así pasamos un buen rato... besos y más besos con abrazos y caricias que implicaban que ambos queríamos algo más.
En determinado momento el chico este (del cual nunca supe el nombre) me invitó a su casa. Y escuhen esto: yo, sin saber ni su nombre, ni su edad, ni en donde vivía, accedí con un simple "si". Ni más, ni menos. Simplemente "sí". Asique salimos a la calle y nos tomamos un taxi.
Cuando salì del tumulto de gente a la calle, es decir de esa masa de vapor, musica y ruido hacia el viento frio (era el mes de Julio, si mal no recuerdo), me dí cuenta de lo borracho que estaba. Todo me dab vueltas y apenas podía hablar. Pero nos subimos a un taxi y nos fuimos. En el taxi me quedé dormido y cuando me desperté, ya habíamos llegado. Bajamos y entramos a un edificio muy lindo. En el ascensor me contó que vivía con un amigo pero que no estaba en ese momento.
Lo que viene a continuación fue muy ridiculo. Hice pis en el baño y fuimos a su habitación. Pequeña y con muchos muebles. Nos tiramos en la cama, empezamos a besarnos, pero ya sin ganas... yo aún no le había terminado de ver bien la cara (es decir, de saber como era en realidad) y por la ventana no entraba ninguna luz porque aún no había amanecido. Nos quitamos la ropa y empecé a besarle el cuerpo. Dos segundos después, cuando volvi a besar su boca, me di cuenta que se había quedado dormido. Intenté despertarlo motivando cada parte de su cuerpo. Pero no hubo caso, ese chico estaba borracho y profundamente dormido. Poco a poco recuperé la consciencia y comencé a tomar fuerzas. El sueño me iba venciendo, pero me mantenía despierto. Me estaba dando cuenta de que estaba en un lugar desconocido y que no podía quedarme dormido. Hasta que empecé a flaquear y en mi mente mareada me decía a mi mismo "bueno, duermo 1 minuto y me voy"... era una siesta intermitente, hasta que sin darme cuenta me quede profundamente dormido.
Abrí los ojos y la habitación estaba inundada de sol. El día estaba re lindo. De repente me di cuenta que no sabía donde estaba. Dos segundos después me acordé de la noche anterior... y cuando me di cuenta, miré a quien tenía al lado. Lo primero que le vi fue la espalda, llena de acné. Senti una sensación de asco y me senté como pude en la cama. Lo miré a la cara y me angustié "¿Por qué hago estas cosas?". Entonces me di cuenta de que nunca había hecho una cosa así... o por lo menos no solía hacerlas. Desperté al chico con el que había pasado la noche pero que no sabía su nombre. Me vestí y le dije que me iba. El chico estaba como en otro mundo... sin decirme nada se puso cualquier prenda que encontró por ahi y agarró las llaves. Yo atiné a agarrar mi celular, por la costumbre, pero entonces recordé que lo tenía mi amiga.
De repente me encontré en la calle. No sabía donde estaba, no tenía plata y tampoco celular. Me desesperé. Pero me dije a mi mismo queiba a llegar a mi casa, fuera como fuera. Empecé a caminar por la calle en la que me encontraba y llegué a una avenida. Rapidamente me di cuenta que estaba en Recoleta. Empecé a caminar por Avenida Pueyrredón y llegué hasta Las Heras. Mientras tanto revisaba mis bolsillos y adentro de mi documento encontre una moneda de un peso y en el bolsillo de atras del jean una moneda de diez centavos. Con eso me alcanzaba para un boleto mínimo para el colectivo que paraba en esa esquina. En realidad hasta mi casa, eran algunas monedas más, pero con mi mejor cara de poker me subí y pedí un boleto de uno con diez.
Finalmente llegué a mi casa. Y entonces agradecí a la vida la suerte que tuve: por haber ido a la casa de una persona normal y no un loco violador o asesino; por haber tenido la suerte de estar en un barrio que conocía y que sabía qué colectivo me llevaría; y por haber encontrado mi moneda justa para viajar.
Una semana después volví al boliche en el que había conocido a ese chico. Había entrado temprano, por lo que estaba casi vacío. De repente entre la poca gente que había, ví una cara conocida... era él. Se me acercó y me pidió mi numero de celular. Hice lo que nunca haría con nadie... le di un numero falso y evité a toda costa saber su nombre, después de todo prefería que aquella ridícula experiencia fuera protagonizada por un anónimo.

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